Un fin de semana, Luisa se fue a la casa de Lucía y le contó una buena noticia.
Luisa: “¿Sabes que el Señor Jesús ha vuelto?”.
Lucía: “¿El señor ha vuelto? ¿Por qué no lo he visto?”.
Luisa: “Al recibir al Señor, no podemos confiar en los ojos, y esta es una lección histórica. Solo los que se concentran en escuchar la voz de Dios pueden recibirlo”.
Lucía: “¿Por qué dices así?”.
Luisa: “Piénsalo, ¿cómo recibieron las personas al Señor cuando llevó a cabo la obra? La mujer samaritana reconoció que Él era el Mesías venidero a través de escuchar Sus palabras; Natanael también de la misma manera reconoció que Él era el Hijo de Dios, el Rey de Israel. Sin embargo, Tomás creía en Dios solo por la vista. Cuando los discípulos le dijeron que el Señor Jesús había resucitado, no lo creyó (Referencia Juan 20:25). Al final, su fe fue condenada por el Señor, y Él le dijo: ‘Tomás, crees porque me has visto; benditos los que no han visto pero aun así creen’ (Juan 20:29). De esto se puede ver que aquellos que daban importancia a la voz del Señor, lo acogieron, y aquellos que solo confían en ojos, finalmente fueron condenados y eliminados por Él. Por lo tanto, no debemos recibir el regreso del Señor con ojos, sino que hemos de prestar atención a escuchar las declaraciones del Señor regresado. Tal como el Señor Jesús dijo: ‘Mis ovejas oyen Mi voz, y Yo las conozco y me siguen’ (Juan 10:27). Y el Apocalipsis profetiza muchas veces: ‘El que puede oír, que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias’”.
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