Pronto, mi marido volvió y yo le pregunté rápidamente: “¿Tienes suficiente dinero? Sigo teniendo algo de dinero aquí, tómalo y úsalo”. Al oír esto, mi marido dijo feliz: “Has cambiado. No eres como antes, cuando tenía que someterme a ti para que cedieras”. Yo dije feliz: “¡Gracias a Dios! La palabra de Dios es la que me ha cambiado”.