A Él no le importa si una persona es grande o insignificante,
mientras pueda escucharle, obedecer Sus instrucciones y lo que Él encarga,
y pueda cooperar con Su obra, Su voluntad y Su plan,
de forma que Su voluntad y Su plan puedan cumplirse sin problemas.
Esa conducta es digna de Su celebración y digna de recibir Su bendición.
Dios valora a esas personas, y aprecia sus acciones,
así como su amor y su afecto por Él.