En esta ocasión, Dios no viene a hacer la obra en un cuerpo espiritual, sino en uno muy ordinario, uno muy ordinario. No sólo es el cuerpo de la segunda encarnación de Dios, sino también el cuerpo en el que Él vuelve. Es una carne muy corriente. En Él, no puedes ver nada diferente de los demás, pero puedes recibir de Él las verdades que nunca antes has oído, recibir de Él las verdades que nunca antes has oído.