Fang Xin, Pekín
15 de agosto de 2012
Desde el año 2007, cuando acepté la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días, aunque he aparentado en la superficie estar muy ocupada cumpliendo mis deberes, no he entregado mi corazón a Dios y, con frecuencia, me he sentido atada, hasta el punto de la asfixia, por problemas familiares insignificantes. Cada vez que pienso en el hecho de que mi hija ya tiene treinta años y que aún no ha encontrado una pareja adecuada, me quejo a Dios; mi hijo sólo se preocupa por divertirse y, a pesar de que no gana dinero, gasta derrochadoramente, cosa por la que me quejo; y mi propio esposo va a trabajar, pero su capataz no le paga y también me quejo por ello… Me quejo a diestra y siniestra y a menudo malinterpreto a Dios. Pareciera que Dios ha sido demasiado injusto conmigo. Como resultado, he estado viviendo en la oscuridad y el sufrimiento. Sin embargo, yo no he sabido que debería buscar a Dios y he sido profundamente ignorante de lo peligrosa que es mi situación. Simplemente he luchado impotente en medio de mi sufrimiento. Sin embargo, Dios conoce mi situación por dentro y por fuera. Él usa métodos únicos para llamarme y salvarme, haciendo que despierte de un sueño y escape del daño y de la aflicción de Satanás.
El 1 de agosto de 2012, llovió con especial fuerza. El nivel del agua del río subió rápidamente y ya llegaba hasta más arriba del puente. Estaba avanzando ola tras ola y la situación era extremadamente grave. Cuando estaba a punto de conducir mi scooter eléctrico a través del puente sumergido, mi neumático delantero acababa de llegar al puente y estaba pensando en acelerar a fondo para pasarlo cuando, para mi sorpresa, resultó que el agua estaba demasiado profunda y las olas demasiado altas. Antes de que lograra reaccionar, mi vehículo, conmigo encima, fue arrastrado por la corriente. Yo estaba a punto de gritar: “¡Dios Todopoderoso!” Pero antes de que las palabras pudieran salir de mi boca, el agua entró en ella y comencé a tragar sin parar. En ese instante comprendí en mi corazón y supe claramente en mi mente, que este era mi destino final. Iba a morir aquí. El agua continuaba entrando a borbotones por mi boca y luché por clamar a Dios, pero no podía. De repente, tuve una oportunidad. Miré hacia arriba, saqué el rostro a la superficie y, en ese momento, finalmente pude gritar con la voz ronca: “¡Dios Todopoderoso, sálvame!”. Poco después, como una hoja en la corriente, sentí que flotaba hacia arriba hasta un árbol grande. Inmediatamente extendí los brazos, abracé el árbol y pude levantarme. En ese momento me sentí especialmente emocionada. No pude evitar orar a Dios: “¡Dios! Fuiste Tú quien me salvó. No volviste Tu espalda a mi inmundicia y corrupción, has arrancado esta vida mía del borde de la muerte y me has traído de vuelta. Deseo darte mi agradecimiento y alabanza”.
Justo entonces, mientras me aferraba al árbol y miraba hacia el río, me sorprendí al ver que, a pesar de lo altas que eran las olas y la fuerza de la corriente, Dios había hecho que el agua me empujara hacia el otro lado, dejándome en un lugar a unos cien metros del puente sumergido. ¡Dios está tan lleno de maravillas! Me tomé un momento para estabilizarme y después vadeé hacia la orilla y subí hacia ella. Luego miré hacia el río con la esperanza de ver dónde había ido a parar mi scooter eléctrico, pero no pude encontrarlo. Todo lo que podía ver eran las ondulantes olas negras que aumentaban al pasar.
Cuando llegué a casa y me acosté en mi cama, la escena de ser arrastrada río abajo por la enorme corriente continuó repitiéndose temerosamente en mi mente. Le di gracias a Dios por haberme salvado en ese momento de peligro y no pensé en mucho más. Un día leí algo escrito en “Sermones y comunión acerca de la entrada a la vida”: sobre la entrada en la vida: “Si tú crees en las palabras de Dios: ‘El ambiente que nos rodea, así como las personas, asuntos y objetos, todo está permitido por Su trono’, entonces tendrás fe. ‘No importa cuál sea el contexto, me someteré a Dios, satisfaré a Dios, seré testimonio, esto es lo primero’. Si tienes esta fe, no hay necesidad de examinarlo. Sólo debes dar testimonio directamente, satisfacer a Dios directamente, así como poner en práctica la verdad; no puedes abandonar a Dios”. De repente me di cuenta de que la causa de que el desastre de aquel día me sucediera había sido la buena intención de Dios. Él no sólo lo había usado para permitirme experimentar y tomar conciencia de los actos omnipotentes de Dios en el diluvio, sino que también había usado este desastre para purificarme y transformarme. Pensé en cómo había pasado mi vida quejándome a Dios en aras de mis hijos y esposo, y en cómo me había resistido pasivamente a Él; si yo hubiera sido arrastrada en ese momento por la inundación, entonces habría “soltado” completamente a mis hijos, esposo y todos mis bienes. Ante el desastre, ¿acaso no eran completamente inútiles todas estas cosas? Dios había usado el desastre para despertarme con la esperanza de que yo pudiera confiar a todos los miembros de mi familia a Dios y de que yo pasara más tiempo haciendo todo lo posible por buscar la verdad y la salvación. Este es el amor que Dios sentía por mí. Si ese desastre no me hubiera sobrevenido, no habría tomado la iniciativa de venir ante Dios y mucho menos me podría haber vuelto a Dios. Como Dios dijo: “Cuando se trata del estado de la vida del hombre, el hombre aún tiene que encontrar la vida verdadera, porque todavía no ha visto toda la injusticia, la soledad y las miserables condiciones del mundo, y, por tanto, si no fuera por el advenimiento de un desastre, la mayoría de la gente todavía abrazaría a la Madre Naturaleza, y continuarían siendo seducidos por los placeres de la ‘vida’. ¿No es esta la realidad del mundo? ¿No es esta la voz de la salvación de la que Yo hablo al hombre? ¿Por qué entre la humanidad no ha habido nadie que me haya amado de verdad? ¿Por qué el hombre me ama únicamente en medio del castigo y las pruebas, pero nadie me ama bajo Mi protección? He ‘otorgado’ Mi castigo muchas veces sobre la humanidad. Ellos le echan una mirada, pero luego lo ignoran, y no lo ‘estudian ni contemplan’ en estos momentos, y por tanto todo lo que viene sobre el hombre es el juicio inmisericorde. Este es sólo uno de Mis métodos con los que obro, pero lo tengo en regla para cambiar al hombre y para hacer que me ame” (‘La vigésima novena declaración’ de las declaraciones de Dios encarnado durante el cumplimiento de Su ministerio en “La Palabra manifestada en carne”). El carácter de Dios es justicia y, más aún, amor. No importa lo que Él haga, es salvación para mí; es para permitirme entenderlo, someterme a Él y amarlo. Ahora, después de haber experimentado la obra de Dios y haber disfrutado de Su benevolencia, mi única esperanza es hacer lo mejor posible por cumplir mis deberes como un ser creado para corresponder al amor de Dios, satisfacer el corazón de Dios y hacer mi parte en la propagación del evangelio del reino de Dios.
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