El Antiguo Testamento registra: “Y Moisés los envío desde el desierto de Parán, conforme á la palabra de Jehová: y todos aquellos varones eran príncipes de los hijos de Israel” (Números 13: 3). “y vituperaron
entre los hijos de Israel la tierra que habían reconocido, diciendo: La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga á sus moradores; y todo el pueblo que vimos en medio de
ella, son hombres de grande estatura. También vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes: y éramos nosotros, á nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos á ellos”
(Números 13: 32-33). “ENTONCES toda la congregación alzaron grita, y dieron voces: y el pueblo lloró aquella noche” (Números 14: 1).
Estas escrituras registran una historia que sucedió después de que Moisés sacó a los israelitas de Egipto. De camino a la tierra de Canaán, cuando llegaron al desierto de Parán, Moisés envió unas
avanzadillas de las doce tribus de Israel para explorar la tierra de Canaán. Cuando llegaron allí, Josué y Caleb, lo que vieron es que la tierra de Canaán era fértil y abundante, y creyeron que
esta era la tierra que Dios les había prometido para ellos. Pero los otros diez vieron que la gente que vivía allí, eran corpulentas, fuertes, altas y fornidas, así que esto les asustaron mucho.
Estas diez personas regresaron y difundieron un mal informe de la tierra, y los israelitas creyeron lo que dijeron y se quejaron a Moisés diciéndole que no debería haberlos sacado de Egipto. Sus
llantos escuchaban por todas partes.
Pero Josué y Caleb tenían un lugar para Dios en sus corazones. Rasgaron sus vestidos. Luego se dirigieron a toda la congregación de los israelitas, diciendo: “… La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra en gran manera buena. Si Jehová se agradare de nosotros, él nos meterá en esta tierra, y nos la entregará; tierra que fluye leche y miel. Por tanto, no seáis rebeldes contra Jehová, ni temáis al pueblo de aquesta tierra, porque nuestro pan son: su amparo se ha apartado de ellos, y con nosotros está Jehová: no los temáis” (Números 14:6-9).
Sin embargo, muchos israelitas escucharon ciegamente el mal informe que la mayoría de la gente traía, y no creyeron en el buen informe que Josué y Caleb les presentaron. Incluso pensaron que ambos tenían la intención de conducir a los israelitas a la tierra de la muerte, así que quisieron apedrearlos hasta la muerte.
Como resultado, Jehová Dios le dijo a Moisés: “… ¿Hasta cuándo me ha de irritar este pueblo? ¿hasta cuándo no me ha de creer con todas las señales que he hecho en medio de ellos?. Yo le heriré de mortandad, y lo destruiré, y á ti te pondré sobre gente grande y más fuerte que ellos” (Números 14:11-12). Al final, las personas que difundieron el mal informe murieron por pestilencia. Además, las personas que los siguieron también murieron en el desierto.
En otro ejemplo del Antiguo Testamento profetiza la venida del Mesías. Cuando vino el Mesías, de manera similar, surgieron dos informes: uno fue el pueblo que difundió informes malos, y el otro fue el pueblo que difundió buenos informes.
Aunque los principales sacerdotes judíos, escribas y fariseos vieron al Señor Jesús tenía autoridad y poder, pero por el hecho de que la obra del Señor Jesús fue más allá de la ley, y no encajaba con sus nociones e imaginaciones, difundieron rumores falsos y difamaron, juzgando y blasfemado al Señor Jesús. Ellos jugaron el rol de las personas que difunden malos informes. El pueblo judío común oyó sus malos informes, y los acompañaron en hacer el mal y crucificaron al Señor Jesús en la cruz, sus malas acciones provocaron la ira de Dios, al final, fueron castigados por Dios. Sin embargo, los apóstoles que siguieron al Señor Jesús a través de Sus palabras y obra, reconocieron que el Señor Jesús era el Cristo, la encarnación de Dios, a pesar de la cruel persecución del gobierno romano no escatimó nada sacrificando sus vidas para difundir el evangelio del Señor Jesús. Aunque pocas personas difundieron buenos informes, la obra de Dios se cumplió de todos modos y el evangelio del Señor Jesús fue difundido hasta los confines de la tierra. Aquellos que difundieron buenos informes y aquellos que lo escucharon y creyeron, finalmente recibieron las bendiciones de Dios.
De estos hechos históricos no es difícil deducir que cada etapa de la obra de Dios, siempre unos pocos difundieron buenos informes, mientras que muchos difundieron informes malos. Exactamente igual que las doce personas que exploraron la tierra de Canaán, solo Josué y Caleb trajeron un buen informe, mientras que los otros diez trajeron un informe malo. Además, cuando el Señor Jesús vino para hacer Su obra, solo una minoría de personas estaba predicando el evangelio del Señor, mientras que la mayoría de las personas difamaban, condenaban y rechazaban al Señor Jesús. Como dice la Biblia: “… y todo el mundo está puesto en maldad” (1 Juan 5:19).
Como los humanos no poseemos la verdad, no podemos distinguir entre el bien y el mal, entre el blanco y el negro, y de esta manera siempre seguimos el mal informe que la mayoría de la gente trae, y rechazamos el buen informe que nos trae una minoría de personas. Sin embargo, el mal se paga con mal, y el bien con bien. A lo largo de los tiempos, aquellos que difundieron informes malos, no tuvieron discernimiento y los siguieron fueron todos sujetos a un merecido castigo. Sin embargo, aquellos que difundieron buenos informes y escucharon las voces buenas de Dios fueron bendecidos por Dios.
Echemos una mirada retrospectiva a la historia y nos preguntemos: si estuviéramos en aquel tiempo, ¿escucharíamos el malvado informe sin discernimiento o escucharíamos el buen informe?
Cuando la obra de Dios llega a la humanidad, cada vez surgen dos puntos de vista, uno que difunde el mal informe y el otro difunde el buen informe. Hoy en día, la misma elección viene una y otra vez sobre nosotros. Enfrentando al regreso del Señor Jesús, cuando las personas que nos rodean difunden informes malos, ¿podremos discernirlos? ¿Tranquilizamos nuestros corazones para escuchar a aquellos que difunden buenos informes? Si podemos entrar o no en el reino de los cielos depende de cómo lo elijamos.
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