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La pérdida y la ganancia de las reuniones

 

Guozi, Estados Unidos de América

 

Mi nombre es Guozi y soy una alumna de secundaria que estudia en el extranjero, en los Estados Unidos. Nací en una familia cristiana; mi madre aceptó la obra de Dios Todopoderoso en los últimos días cuando yo tenía un año. Recuerdo que cuando yo era muy joven mi madre siempre me decía: “Dios creó los cielos, la tierra y todo lo que existe. Nosotros los humanos también fuimos creados por Dios, y Dios nos ama más que a cualquier otra cosa. Siempre que te ocurra algo, recuerda orar a Dios Todopoderoso, y Él velará por ti y te protegerá”. Así que, ya desde muy joven, descubrí que Dios existe, y cuando me ocurría cualquier cosa y yo oraba a Dios, experimentaba la protección de Dios para mí. Pero tener verdaderamente conocimiento de Dios y de la obra de Dios fue algo que obtuve gradualmente en el transcurso de asistir a reuniones y hablar sobre la verdad junto con los hermanos y hermanas de la Iglesia de Dios Todopoderoso, así como el practicar la entrada en la palabra de Dios…

 

 

En diciembre de 2015, mi madre sugirió que yo asistiera a una reunión con los hermanos y hermanas, y me dijo: “La obra de Dios en los últimos días acabará de inmediato y, si no asistes a reuniones y no hablas sobre la palabra de Dios junto con los hermanos y hermanas, te será muy difícil entender la verdad si sólo lees la palabra de Dios tú sola. No te será fácil recibir la salvación”. En ese momento pensé que mi madre estaba simplemente diciendo eso sin pensar en ello, así que asentí con indiferencia, pero no pensé que ella ya había contactado con la iglesia y había conseguido que las hermanas convocaran una reunión conmigo online. Cuando las hermanas concretaron la hora de la reunión conmigo, yo me mostré realmente reticente a hacerlo. Pensaba que, si tenía que asistir a una reunión cada semana, eso me quitaría tiempo libre, y tendría menos tiempo para salir a comer, beber y divertirme con mis amigos. En mi corazón yo no quería asistir a la reunión, y simplemente quería que mi situación actual siguiera siendo la misma: cuando me ocurriera algo, yo oraría a Dios y experimentaría ocasionalmente la protección de Dios, y sería suficiente con tener a Dios en mi corazón. Pero me daba demasiada vergüenza rechazar directamente a las hermanas, así que lo único que podía hacer era estar reticentemente de acuerdo. Sin embargo, cuando llegaba el momento de la reunión, yo siempre intentaba buscar una excusa para librarme de ella. Aunque asistiera a la reunión, mi corazón no estaba en paz, y cuando yo oraba a Dios, lo único que podía hacer era pronunciar algunas palabras de alabanza o pedirle a Dios que me ayudara a tener éxito en un examen o cosas así. Cuando se hablaba sobre la palabra de Dios, yo realmente tenía miedo cuando era mi turno, porque no tenía luz en mi corazón. No sabía de lo que debía hablar, y lo único que sabía hacer era buscar lo que yo creía que eran algunos pasajes fundamentales y leerlos. Después explicaba un poco sobre su significado literal, como si se tratase de una comprensión lectora. Como yo no tenía una actitud apropiada al lidiar con la palabra de Dios y no prestaba una atención minuciosa en la reunión, no recibía ningún esclarecimiento ni iluminación del Espíritu Santo, no obtenía ninguna recompensa. Cuanto más ocurría así, más aburrido pensaba yo que era. Yo pensaba: “Salir a divertirme con mis compañeros de clase es mucho mejor que esto”. Especialmente cuando veía que me habían llegado un montón de mensajes de texto a mi teléfono, simplemente no podía evitar pensar en salir con mis compañeros de clase y amigos. Entonces le dije a mi madre que yo no quería asistir a la reunión y que estaría bien si yo simplemente leía la palabra de Dios sola. Pero mi madre me dijo: “Si no asistes a las reuniones, ¿leerás conscientemente la palabra de Dios? La palabra de Dios no es como la de los libros de texto que lees en la escuela. No es algo que puedas entender obteniendo el significado literal de las palabras; tienes que hablar sobre ella asistiendo a las reuniones con los hermanos y hermanas, así como compartir experiencias y conocimiento con los demás. Sólo de esta forma puedes ir entendiéndola claramente”. Yo nunca había pensado que asistir a las reuniones fuera tan importante. Como eso podía darme más de una oportunidad de leer la palabra de Dios y también de permitirme entender aún más la verdad, no fui capaz de decir nada más. Pero, como sólo me interesaba divertirme, yo no abandonaría mi carne ni pondría en práctica la verdad aunque entendiera un poco de ella. Así que después, cada vez que asistía a una reunión, seguía dejándome llevar por la inercia al hablar sobre la palabra de Dios y, seguidamente, empezaba a jugar con mi teléfono y a mirar algunas noticias y chismes, a mirar las series de televisión más recientes y, en ocasiones, a charlar con mis amigos. De esta forma, cada vez que asistía a una reunión seguía sin conseguir nada de ella.

 

En una ocasión mi madre me preguntó de repente: “¿Cómo has estado sintiéndote recientemente acerca de tu asistencia a las reuniones? ¿Entiendes lo que oyes? ¡No puedes jugar en absoluto con tu teléfono durante las reuniones! Aunque asistas a las reuniones online y las hermanas no puedan ver lo que estás haciendo, Dios puede ver tus palabras y acciones todo el tiempo. Si nunca prestas atención, ¡Dios no te esclarecerá jamás!”. Justo después de eso, mi madre me leyó un pasaje de la palabra de Dios: “Porque para andar en el camino de Dios, no podemos descuidar nada que tenga que ver con nosotros, o que ocurra a nuestro alrededor; ni siquiera las cosas pequeñas. Independientemente de que nos parezca que debamos prestarle atención o no, mientras le estemos haciendo frente a un asunto, no deberíamos pasarlo por alto. Deberíamos considerarlo todo como una prueba de Dios para nosotros. ¿Cómo es este tipo de actitud? Actuando así confirmas un hecho: tu corazón le teme a Dios, y está dispuesto a apartarse del mal. Si tienes este deseo de satisfacer a Dios, lo que pones en práctica no está lejos del estándar de temer a Dios y apartarse del mal” (‘Cómo conocer el carácter de Dios y los resultados que logrará Su obra’ en “La Palabra manifestada en carne”). Mi madre me dijo: “Aunque pienses que echar un vistazo a algo en tu teléfono mientras asistes a una reunión no es muy grave, esto está relacionado con tu actitud de cómo tratas el asistir a las reuniones, así como a Dios. Dios está a nuestro lado vigilando todos y cada uno de nuestros movimientos, y observando cada pensamiento que tenemos. ¿Has pensado alguna vez por qué siempre quieres jugar con tu teléfono durante las reuniones? Realmente, los trucos de Satanás pueden encontrarse en esto. La voluntad de Dios es que entendamos más sobre la verdad a través de la asistencia a reuniones, que maduremos rápidamente en nuestra vida y seamos finalmente capaces de recibir la salvación de Dios. Pero, con el fin de hacer que te apartes de Dios y que no escuches la palabra de Dios, Satanás usa las cosas que te gustan para seducirte, para que seas incapaz de estar en paz en tu corazón en la presencia de Dios y, finalmente, no puedas obtener nada. Cuando la obra de Dios se termine, tu vida se habrá perdido”. Al oír las palabras de mi madre, pensé: “Resulta que hay alguna verdad que buscar en algo tan pequeño como esto, y ello implica incluso la actitud de una persona hacia Dios”. Me avergoncé un poco por haber sido pillada de forma tan directa por lo que mi madre dijo sobre mis pensamientos. Antes, yo siempre pensaba que, en cualquier caso, yo sólo estaba asistiendo a reuniones online y que no había nadie mirando, por lo que empecé a pensar en ideas para satisfacer mis propias preferencias. Ahora sabía finalmente que Dios estaba viendo todo esto. Al pensar en esto, tuve un sentimiento de culpa y me afligí un poco —en las varias reuniones recientes siempre estuve jugando con mi teléfono, y Dios lo había visto todo—. Yo estaba sumamente arrepentida y me apresuré a reconocer mi error en oración ante Dios. Decidí que, después de esto, ya no jugaría de nuevo con mi teléfono en las reuniones y me esforzaría en meditar en la palabra de Dios. Escucharía concienzudamente lo que los hermanos y hermanas hablaran. En las varias reuniones a las que asistí después de eso, apagaba mi teléfono y lo dejaba en algún lugar lejos de mí. Centraba mi atención en escuchar lo que las hermanas hablaban. Aunque en ocasiones mi mente aún vagaba y yo seguía distrayéndome mientras escuchaba, gané mucho con la asistencia a las reuniones.

 

Pero, como mi deseo de sólo divertirme aún era fuerte, después de un corto período mis manos tenían de nuevo la necesidad de jugar con mi teléfono mientras me encontraba en una reunión, y pensé: “Sólo echaré un vistazo a mi teléfono, lo prometo”. Tomé rápidamente mi teléfono para echar una ojeada, con el resultado de que estaba desesperada por mirar mi teléfono. Muy rápidamente, volví a mis viejos caminos, e incluso en ocasiones puse a un lado la computadora que estaba usando para las reuniones. Ignorándolo todo, tomaba mi teléfono y veía programas de televisión. Esta actitud que yo tenía de hacer deliberadamente el mal me llevó a no recibir nada de la obra del Espíritu Santo. Aunque estuviéramos manteniendo una reunión, yo simplemente no tenía ni idea de lo que las hermanas estaban hablando todo el tiempo. Cuando llegaba el momento de que yo hablara, no tenía ni idea de lo que debía decir. Gradualmente, mis pensamientos de no estar dispuesta a asistir a las reuniones brotaron de nuevo, pero me daba demasiada vergüenza decírselo a mi madre. Yo sólo era capaz de seguir asistiendo con poco entusiasmo. Esto tuvo lugar hasta una vez en una reunión en la que, mientras yo estaba jugando con mi teléfono, vi una nueva serie de televisión que acababa de salir y que yo tenía prisa por ver, pero debía descargar algún software para verla. Dudé un poco, pero descargué el software. Cuando terminé la descarga, fui a abrir el programa y la pantalla de mi teléfono se quedó negra de repente. Después me pidió mi contraseña, pero ¿cómo podía saber yo cuál era mi contraseña? Cuando fui online a investigar por qué razón se puso negra mi pantalla, me di cuenta de que me habían engañado, y alguien había tomado el control de mi teléfono, que ahora era inutilizable. Yo estaba extremadamente arrepentida y, al mismo tiempo, mi mente llegó a la idea de la disciplina de Dios. Pensé: “Dios observa las partes más profundas del corazón de las personas, y cada una de mis acciones estaba a plena vista de Dios. ¡Yo hice deliberadamente el mal, y esta fue la disciplina de Dios visitándome!”. Después de pensar en ello, supe que realmente no podía jugar con mi teléfono en las reuniones.

 

Cuando le conté esto a mi madre, ella me leyó un pasaje de la palabra de Dios: “¿Qué es un asunto grande o uno pequeño? Los asuntos que implican andar en el camino de Dios no se dividen en grandes o pequeños. ¿Podéis aceptarlo? (Podemos aceptarlo). En términos de las cuestiones cotidianas, las personas consideran que algunos son muy grandes y significativos, y opinan que otros son minucias. Las personas suelen estimar que estos grandes asuntos son los de suma importancia y, por tanto, que Dios los ha enviado. Sin embargo, a lo largo del desarrollo de estos, debido a la estatura inmadura del hombre, a su pobre calibre, es frecuente que no esté al día de los propósitos de Dios, que no pueda obtener revelación alguna ni adquirir un conocimiento real que sea valioso. En lo que respecta a los asuntos pequeños, el hombre simplemente los pasa por alto, los deja transcurrir poco a poco. Así, han perdido muchas oportunidades de ser examinados delante de Dios, de que Él los ponga a prueba. Si siempre pasas por alto a las personas, las cosas, los asuntos y las circunstancias que Dios arregla para ti, ¿qué significará esto? Quiere decir que cada día, cada momento, estás renunciando a tu perfeccionamiento por parte de Dios y a Su liderazgo. Siempre que Él organiza una circunstancia para ti, está mirando en secreto, contemplando tu corazón, tus pensamientos y consideraciones, viendo cómo piensas, cómo actuarás. Si eres una persona descuidada —alguien que nunca se ha tomado en serio el camino de Dios, Su palabra, o la verdad— no serás consciente, no prestarás atención a aquello que Dios quiere completar y que exige de ti al organizar tus circunstancias. Tampoco sabrás cómo las personas, las cosas y los asuntos con los que te encuentras, se relacionan con la verdad o con las intenciones de Dios. Después de enfrentarte a circunstancias y pruebas repetidas como esta, y que Dios no vea logro alguno con tu nombre, ¿cómo procederá? […] Dios sólo tiene una actitud hacia ellas. ¿Cuál es? Dios desdeña a esta clase de persona desde lo más profundo de Su corazón” (‘Cómo conocer el carácter de Dios y los resultados que logrará Su obra’ en “La Palabra manifestada en carne”). Al leer la palabra de Dios, pensé: “Esta vez, he experimentado genuinamente la disciplina de Dios por mí misma, y también he visto que Dios está verdaderamente a mi lado viendo cada una de mis acciones”. Yo siempre pensé que podía engañar a los hermanos y hermanas con mis acciones y pensamientos corruptos. Pero nunca pude escapar de la observación de Dios. Cometí malas acciones deliberadamente, y no leí la palabra de Dios ni hablé cuidadosamente sobre la verdad durante las reuniones, sino que sólo jugué con mi teléfono y vi programas de televisión. Llegué a ser detestada por Dios, y no sólo alguien había tomado el control de mi teléfono, sino que tampoco había conseguido nada en absoluto de la comunicación sobre la verdad durante las reuniones. Malgasté mi tiempo y bloqueé mi entrada en la vida. También pensé: “Antes, siempre quise usar mi propio esfuerzo para dejar de jugar con mi teléfono durante las reuniones, pero el resultado fue que no he sido capaz de vencer la tentación de Satanás. He visto que, al no confiar en Dios sino sólo en mi propia fuerza, es muy difícil poner en práctica la verdad y alcanzar un estado de temer a Dios y apartarse del mal”. Pienso que mi propia estatura es demasiado escasa. En el futuro simplemente oraría a Dios y confiaría en Dios, y sólo de esta forma sería verdaderamente capaz de alcanzar un estado de temer a Dios y apartarme del mal, y traería paz a mi corazón en las reuniones.

 

 

En los meses siguientes, usé el teléfono de mi compañera de clase. Como era el teléfono de otra persona, no me atrevía a descargar aleatoriamente los programas que quería. Así que cada vez que yo me encontraba en una reunión, me sentaba conforme en mi asiento escuchando lo que las hermanas hablaban. En ocasiones cuando veía que mis amigos me enviaban un mensaje tras otro, mi curiosidad empezaba a apoderarse de mí y yo quería realmente echar una ojeada a lo que mis amigos me habían enviado. Pero entonces pensaba en que Dios veía cada uno de mis movimientos: “Estoy en una reunión en este momento y, si no tengo una actitud devota y reverente, puede ser que Dios me deteste”. Así que, cada vez que extendía la mano para agarrar mi teléfono, la retiraba rápidamente. En mi corazón, yo oraba a Dios: “¡Dios! Por favor protege mi corazón para que este pueda estar tranquilo y Satanás no lo perturbe”. Cuando oraba a Dios, tranquilizaba a mi corazón, escuchaba concienzudamente lo que las hermanas hablaban y compartían su experiencia y conocimiento de la palabra de Dios, yo descubría que obtenía mucho esclarecimiento y mucha luz de la palabra de Dios a lo largo de toda la reunión. Esto me permitió obtener algún conocimiento sobre Dios y la obra de Dios. Antes, yo nunca quería ir a las reuniones, y ponía la excusa de que estaba ocupada con los deberes de clase para eludir la asistencia a las mismas. Ahora, yo sentía que era necesario que yo abandonara mi carne, y que siempre debía buscar tiempo para asistir a las reuniones. De todas formas, estudiar no suponía normalmente demasiada presión, y yo pasaba frecuentemente mi tiempo libre jugando con mi teléfono y viendo series de televisión. Realmente, yo era totalmente capaz de pasar más tiempo participando en reuniones, y esto era muy beneficioso para que yo entendiera la verdad. Así que propuse participar en reuniones dos veces por semana. Cuando llevé esto a cabo genuinamente, entendí cada vez más de la verdad, y el conocimiento que obtuve de la palabra de Dios fue mucho más que el que tenía antes. En ocasiones llevaba mi teléfono conmigo y aún le daba un vistazo, pero reaccionaba inmediatamente recordando que yo debía abandonar mi carne, y era capaz de lanzar mi teléfono sobre la cama y continuar con la reunión. Esto se debe a que yo sabía que Dios estaba viendo en secreto cada uno de mis movimientos, y que ya no debía seguir a mi carne por más tiempo, y que debía tener un corazón que reverenciara a Dios.

 

 

 

Pasaron varios meses y yo sentí realmente que había obtenido mucho, entendido mucho de la verdad y hecho mucho progreso en mi vida. Con el testimonio de la experiencia de la palabra de Dios compartido por las hermanas, yo también aprendí gradualmente a experimentar la obra de Dios en mi vida. La experiencia que más vivamente recuerdo tuvo lugar durante un examen de matemáticas en el que copié las respuestas de otro estudiante para poder obtener un buen resultado. Lo que ocurrió fue que la escuela me preguntó si yo tenía algún problema con la integridad académica, y este problema era tan grave que me afectaría para entrar en la universidad. Justo cuando yo no tenía ni idea de lo que debía hacer, durante una reunión una hermana compartió conmigo la palabra de Dios y habló sobre la voluntad de Dios con base en mi situación. Ella dijo que las personas que gustan a Dios son honestas, y que sólo las personas honestas pueden recibir la salvación de Dios. Cuando yo estaba practicando el ser una persona honesta conforme a la palabra de Dios, vi la conducta de Dios, y no sólo conseguí una oportunidad para hacer de nuevo el examen, sino que también fui recompensada con la obtención de una nota sobresaliente durante ese semestre. Las experiencias como esa apenas se limitaron a sólo esa vez… Ahora, me gusta asistir a las reuniones cada vez más, y me gusta hablar sobre la palabra de Dios junto con las hermanas y hablar sobre mis propias experiencias de llevar a cabo la palabra de Dios. En ocasiones, a través del esclarecimiento del Espíritu Santo, cuando estoy leyendo la palabra de Dios y meditando en ella en relación con mi propia experiencia, mi espíritu se conmueve mucho y la emoción me supera: ¡qué bueno es creer en Dios! A través de la experiencia, pasé de tener miedo de asistir a las reuniones a disfrutar de ellas, ¡y este es un resultado que la palabra de Dios me llevó a alcanzar! Al pensar en ello detenidamente, aunque debido a que yo estaba asistiendo a las reuniones pasaba menos tiempo saliendo con mis compañeros de clase a comer, beber, divertirme y volverme loca, lo que gané fue la provisión de Dios para mi vida. La palabra de Dios fue la que me permitió entender que, siendo una persona honesta, yo obtendría la bendición de Dios y que cuando yo estaba llevando a cabo la verdad sentía paz y gozo en mi espíritu. Al jugar con mi teléfono y al seguir mis preferencias carnales, Satanás podía hacerme daño y corromperme, y eso podía alejarme cada vez más de Dios y también causar que Dios me detestara. Las reuniones y el hablar sobre la verdad me permitieron descubrir gradualmente que ser una persona que teme a Dios y se aparta del mal es algo que Dios alaba, y es también la forma de una persona genuina que yo debo buscar y vivir. A través de la guía de Dios, yo gané mucho. ¡Gracias a Dios Todopoderoso!

 

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