Respuesta:
¿Por qué Dios se tiene que encarnar dos veces para realizar la obra de salvación de la humanidad? Antes debemos ser claros: En cuanto a la salvación de la humanidad, las dos encarnaciones de Dios tienen un significado complejo y profundo. Porque tanto si hablamos de la redención como del juicio y la purificación y la salvación de los últimos días, la obra de salvación no puede ser llevada a cabo por el hombre. Dios debe encarnarse para realizar Él mismo la obra. En la Era de la Gracia, Dios se encarnó como el Señor Jesús; es decir, el Espíritu de Dios se revistió de carne santa y libre de pecado, y fue crucificado como sacrificio por el pecado, redimiendo al hombre de su pecaminosidad. Todos entendemos esto. En cuanto al regreso del Señor Jesús en los últimos días, ¿por qué se encarna como el Hijo del hombre para aparecerse y obrar? A mucha gente le resulta difícil comprender esto. Si Dios Todopoderoso no hubiera explicado este aspecto de la verdad ni revelado este misterio, nadie habría comprendido esta verdad.
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En la Era de la Gracia, Dios se encarnó por primera vez únicamente para realizar la obra de redención, utilizando la crucifixión como ofrenda por el pecado para redimir a nosotros, los seres humanos, de nuestra pecaminosidad, para liberarnos de la maldición y la condena de la ley. Sólo debíamos confesar nuestros pecados y arrepentirnos, nuestros pecados serían perdonados. Entonces podríamos disfrutar de la abundante gracia y de la verdad que Dios nos otorgaba. Esta es la obra de redención del Señor Jesús y es el verdadero significado de la salvación por la fe en el Señor. Aunque el Señor Jesús nos perdone los pecados, aún tenemos que liberarnos de las cadenas del pecado, pues todavía tenemos naturaleza pecadora y carácter satánico. Aunque hemos admitido nuestros pecados ante el Señor y hemos recibido Su perdón, no conocemos nuestra naturaleza pecaminosa, y conocemos aún menos nuestro carácter perverso, un problema mucho más grave que el pecado. Sólo somos capaces de reconocer en nuestro interior aquel pecado que consiste en la falta de respeto por las leyes y aquel que nos hace sentir culpables en conciencia, pero no reconocemos los pecados más profundos, el pecado de oponernos a Dios. Por ejemplo, desconocemos la raíz de nuestra oposición a Dios, o cómo surgió y cómo se manifiesta el carácter satánico, qué venenos de Satanás existen dentro de nuestra naturaleza, o de dónde provienen la filosofía, la lógica y las normas satánicas del hombre. Entonces, ¿por qué desconocemos estas cosas satánicas? Puesto que el Señor Jesús ha perdonado los pecados al hombre, ¿por qué este no puede liberarse de las cadenas de su pecaminosidad y sigue cometiendo los mismos pecados? ¿Es el hombre verdaderamente purificado una vez que se le han perdonado los pecados? Este es un asunto muy práctico que nadie en la Era de la Gracia parece comprender. Aunque creemos en el Señor, y nuestros pecados son perdonados, aún pecamos sin darnos cuenta, nos oponemos a Dios y lo traicionamos. Todos nosotros, los creyentes, lo hemos experimentado personalmente. Por ejemplo, aunque tengamos fe en Dios, seguimos mintiendo, siendo vanidosos, aborreciendo la verdad y favoreciendo el mal. Seguimos siendo arrogantes, traicioneros, egoístas y codiciosos; estamos atrapados sin remedio en el carácter perverso de Satanás. Trabajamos incansablemente para el Señor, pero sólo porque esperamos la recompensa de entrar en el reino de los cielos. Cuando disfrutamos de la gracia del Señor, somos felices y creemos firmemente en Él; pero en cuanto tenemos que afrontar algún desastre o hay alguna tragedia en la familia, malinterpretamos al Señor, lo culpamos e incluso renegamos de Él y lo traicionamos. Cuando la obra de Dios no concuerda con nuestros conceptos y fantasías, actuamos como los fariseos hipócritas, oponiéndonos a Dios y condenándolo. Hemos experimentado personalmente esto. ¿Qué demuestra todo esto? Demuestra que, aunque aceptamos la salvación del Señor Jesús y nuestros pecados fueron perdonados, esto no quiere decir que estemos liberado por completo del pecado ni que ya seamos santos; y menos todavía que seamos de Dios y hayamos sido ganados por Él. Por tanto, cuando el Señor Jesús regresa para realizar la obra del juicio en los últimos días, muchos miembros del mundo religioso juzgan a Dios, lo condenan y blasfeman contra Él, anuncian públicamente que Él es su adversario y lo crucifican de nuevo. Esos que condenan públicamente a Dios y se oponen a Él, ¿podrán ser arrebatados al reino de los cielos sólo porque se les perdonen los pecados? ¿Admitiría Dios en el reino de los cielos a esas fuerzas del mal que se oponen a Él? ¿Arrebataría Dios al reino de los cielos a estos anticristos que aborrecen la verdad? Como vemos, aunque nuestros pecados son perdonados por nuestra fe en el Señor, no nos hemos liberado totalmente del pecado ni de la influencia satánica, ni mucho menos hemos sido ganados por Dios ni somos de Dios. Por tanto, si queremos liberarnos del pecado y llegar a ser santos, a fin de ser ganados íntegramente por Dios, debemos ser completamente purificados y salvados por la obra de la segunda encarnación de Dios.
Tenemos una idea demasiado simple de la obra de salvación de Dios, como si resolviéramos nuestros problemas en cuanto los pecados le fuesen perdonados y solamente tuviéramos que esperar a que el Señor nos arrebatara al reino de los cielos. ¡Qué ingenuos e inmaduros somos, los seres humanos corruptos! ¡Qué ridículos son los conceptos y las fantasías del hombre! ¿Acaso el único problema que afligía al hombre tras ser corrompido por Satanás era el pecado? ¿Cuál es la raíz del pecado del hombre? ¿Qué es el pecado? ¿Por qué lo detesta Dios? Hasta ahora nadie lo comprende adecuadamente. El hombre ha sido profundamente corrompido por Satanás; ¿hasta qué punto? Nadie lo tiene claro. La realidad de la profunda perversión humana se evidenció en la crucifixión del Señor Jesús. El hecho de que los seres humanos pudieran crucificar al misericordioso Señor Jesús, que había expresado tanta verdad, demostró realmente que el hombre descendía de Satanás, que era de su especie, y que había perdido por completo su humanidad; que no tenía ni una pizca de razón ni de conciencia. ¿Qué persona posee una humanidad normal? ¿Acaso la oposición y la animadversión del hombre hacia Dios no indican que el hombre ha llegado a un punto en el que debe elegir entre él o Dios, en el que se vuelve incompatible con Dios? ¿De verdad este problema se puede solucionar con el perdón de los pecados? ¿Quién garantiza que, si se nos perdonan los pecados, no nos opondremos a Dios ni nos considerará Su enemigo? ¡Nadie lo puede garantizar! Nuestros pecados pueden ser perdonados, pero ¿puede Dios perdonar nuestra naturaleza, una naturaleza que se opone a Él? ¿Puede Dios perdonar el carácter satánico que habita en nosotros? ¿Cómo acaba Dios con estas cosas propias de Satanás? Sin duda, Dios utiliza el juicio y el castigo. Se puede afirmar que, sin el juicio y el castigo justos de Dios, el hombre corrupto no podría ser conquistado y menos aún podría postrarse con profundo arrepentimiento. Este es el principal motivo por el que Dios debe encarnarse para realizar la obra del juicio. A muchos les surgen preguntas y conceptos acerca de que Dios se encarne para realizar la obra del juicio en los últimos días. ¿Por qué? Porque no vemos la realidad de la perversión absoluta del hombre. En consecuencia, no comprendemos nada del significado de la obra del juicio de Dios en los últimos días. No buscamos ni investigamos el camino verdadero. De ese modo, ¿cómo vamos a aceptar y obedecer la obra de Dios?
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La encarnación se refiere al Espíritu de Dios revestido de carne y convertido en una persona normal y corriente para realizar la obra de Dios mismo. Dios encarnado debe tener una humanidad normal, debe obrar y hablar en una humanidad normal. Incluso cuando obra milagros, debe hacerlo en una humanidad normal. En su aspecto exterior, la encarnación de Dios es normal. Parece que realiza Su obra como un ser humano normal y corriente. Si no tuviera una humanidad normal ni obrara en Su humanidad normal, no sería la encarnación de Dios. La encarnación significa que el Espíritu de Dios se materializa en la carne. En Su humanidad normal, Él expresa la verdad y realiza la obra de Dios mismo, redimiendo y salvando a la humanidad. Este es el significado de la encarnación. ¿Y qué significan las dos encarnaciones de Dios? Esencialmente, esto quiere decir que las dos encarnaciones de Dios han completado el significado de la encarnación, han realizado la obra de la Palabra que se manifiesta en carne y han concluido el plan de gestión de Dios para salvar a la humanidad. Este es el significado de las dos encarnaciones de Dios. Todos debemos tener claro que el propósito de la primera encarnación de Dios fue el de realizar la obra de redención y allanar el camino para la obra del juicio en los últimos días. Así pues, la primera encarnación de Dios no completó el significado de la encarnación. El propósito de la segunda encarnación de Dios es el de realizar la obra del juicio en los últimos días y salvar completamente a la humanidad del dominio de Satanás, liberarla de su carácter satánico y de la influencia de Satanás para que pueda regresar a Dios y ser ganada por Él. Dios Todopoderoso, Cristo de los últimos días, ha expresado la totalidad de la verdad para purificar y salvar a la humanidad, ha concluido toda la obra de Dios encarnado y expresado todas las palabras que Dios hecho carne debe expresar. Sólo así ha cumplido con la obra de la Palabra que se manifiesta en carne. […] Las dos encarnaciones de Dios completan toda la obra de Dios encarnado; es decir, la obra de Dios de salvar completamente al hombre. Así pues, en el futuro, Dios no se volverá a encarnar. No habrá ni tercera ni cuarta vez porque la obra de Dios encarnado ya se ha cumplido del todo. Esto es lo que quiere decir la afirmación de que Dios se ha encarnado dos veces para completar el significado de la encarnación.
Dios se ha encarnado dos veces para completar el significado de la encarnación. Esto es difícil de comprender para quienes aún no han experimentado la obra de Dios del juicio en los últimos días. Quienes sólo experimentaron la obra de redención en la Era de la Gracia saben que el Señor Jesús es Dios encarnado, pero pocos comprenden que la obra del Señor Jesús solamente se limitó a la redención y que no completó la obra de la Palabra que se manifiesta en carne. Es decir, el Señor Jesús no expresó toda la verdad de la salvación completa de la humanidad por parte de Dios encarnado. Y el Señor Jesús dijo: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar. Pero cuando El, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir” (Juan 16:12-13). Ahora ha regresado el Señor Jesús encarnado en el Hijo del hombre. Él es Dios Todopoderoso, Cristo de los últimos días. Está realizando la obra del juicio que comienza por la casa de Dios, expresando toda la verdad que purificará y salvará a la humanidad, la verdad recogida en La Palabra manifestada en Carne. Dios encarnado habla por primera vez al universo entero con la identidad de Dios, proclamando Su palabra. Él proclama los detalles del plan de gestión de Dios para salvar a la humanidad. Expresa la voluntad de Dios, Sus exigencias a toda la humanidad y el destino del hombre.
Veamos cómo lo explica Dios Todopoderoso: “Es justo decir que esta ha sido la primera vez, desde la creación del mundo, que Dios se ha dirigido a toda la humanidad. Nunca antes Dios ha hablado con tanto detalle y tan sistemáticamente a la humanidad creada. Por supuesto, esta es también la primera vez que Él ha hablado tanto, y durante tanto tiempo, a la humanidad. Esto es algo totalmente sin precedentes. Es más, estas declaraciones forman el primer texto expresado por Dios mientras estuvo entre la humanidad en las que Él revela, guía, juzga y habla con total franqueza a todas las personas y, de igual manera, son las primeras declaraciones en las que Dios permitió a la gente conocer Sus pasos, el lugar donde Él se encuentra, el carácter de Dios, lo que Él tiene y es, Sus pensamientos y Su preocupación por la humanidad. Se puede decir que, desde la creación, estas son las primeras declaraciones que Dios ha expresado desde el tercer cielo a la humanidad, y que es la primera vez que Dios ha usado Su identidad inherente para aparecerse a la humanidad y expresarle la voz de Su corazón por medio de palabras” (‘Introducción’ de Las palabras de Dios al universo entero en “La Palabra manifestada en carne”).
“Porque traigo el fin de la humanidad al mundo, y a partir de ahí, pongo al descubierto todo Mi carácter ante la humanidad para que todos los que me conocen, y los que no, deleiten su vista y vean que en verdad he venido al mundo humano, a la tierra, donde todas las cosas se multiplican. Este es Mi plan, y Mi única ‘confesión’ desde Mi creación de la humanidad. Deseo que vosotros podáis contemplar con todo vuestro corazón todos Mis movimientos, porque Mi vara otra vez se acerca a la humanidad, cerca de todos aquellos que se oponen a Mí” (‘Prepara suficientes buenas obras para tu destino’ en “La Palabra manifestada en carne”).
Con respecto a las dos encarnaciones de Dios que completan el significado de la encarnación, hay quienes simplemente no lo entienden porque les falta experiencia. Cuando oyen hablar de ello, simplemente no lo comprenden. Veamos ahora con detalle la obra llevada a cabo en las dos encarnaciones de Dios. En Su primera encarnación, Dios llevó a cabo la obra de redención y obró muchos milagros: Dio de comer a cinco mil personas con tan sólo cinco panes y dos peces. Apaciguó los vientos y las olas con una sola palabra. Resucitó a Lázaro. Además, el Señor Jesús ayunó y fue tentado en el desierto durante cuarenta días. Él caminó sobre las aguas, etc. Y así sucesivamente. Puesto que la carne del Señor Jesús obró milagros y Él se transfiguró sobre la montaña, pero Él, si bien estaba encarnado, desde nuestra perspectiva humana, aún poseía elementos sobrenaturales. Era distinto del hombre común y allá donde iba hacía milagros. Además, el Señor Jesús sólo realizó una etapa de la obra: la obra de redención. Únicamente expresó la verdad de la obra de redención, manifestando, sobre todo, el carácter amable y misericordioso de Dios. Él no expresó todas las verdades de la obra del juicio y salvación ni el carácter justo y santo de Dios, que no admite ofensa. Por ello, no puede decirse que la primera encarnación completara el significado de la encarnación. Como dice Dios Todopoderoso: “La etapa de la obra que realizó Jesús sólo cumplió con la esencia de ‘El Verbo era con Dios’: La verdad de Dios era con Dios y el Espíritu de Dios era con la carne y era inseparable de la carne. Es decir, la carne de Dios encarnado estaba con el Espíritu de Dios, que es una prueba mayor de que Jesús encarnado fue la primera encarnación de Dios” (‘Práctica (4)’ en “La Palabra manifestada en carne”). La encarnación de Dios en los últimos días es distinta de la primera encarnación. En la segunda encarnación, Dios no ha obrado milagros ni es sobrenatural en absoluto. En apariencia es un ser humano normal y corriente que realiza Su obra y manifiesta Su palabra de forma práctica y realista entre la gente. Ha expresado la verdad para juzgar, purificar y salvar al hombre. Dios Todopoderoso ha revelado todos los misterios del plan de gestión de Dios y manifestado el inherente carácter justo y santo de Dios, todo lo que Dios tiene y es, Su voluntad y Sus exigencias al hombre. Además, ha juzgado y dejado al descubierto la naturaleza satánica del hombre y su carácter corrupto, que se opone a Dios, y así ha conquistado, perfeccionado, expuesto y eliminado a las personas, a cada una con sus semejantes. Toda la verdad que Dios otorga al hombre en los últimos días se expresa en la humanidad normal de Su carne, que no tiene nada de sobrenatural. Todo lo que vemos es un hombre corriente y normal que manifiesta Su palabra y realiza Su obra, pero la palabra que manifiesta Cristo es toda la verdad. Tiene autoridad y poder, puede purificar y salvar al hombre. Mediante la palabra de Cristo, que juzga y descubre la verdad y la esencia de su perversión, vemos cómo Dios escudriña sus corazones mientras le observa y cómo Él le comprende completamente. También llegamos a conocer el carácter justo y santo de Dios, que no admite ofensa. Mediante la admonición y la exhortación de Cristo, percibimos la misericordia de Dios y Su preocupación por el hombre. A través de las muchas maneras en que Cristo habla y obra, llegamos a apreciar la omnipotencia y la sabiduría de Dios, las sinceras intenciones con las que Dios obra para salvar a la humanidad y el amor verdadero de Dios por el hombre y su salvación. Por la actitud de Cristo hacia las personas, los asuntos y las cosas llegamos a comprender que el placer, la ira, la tristeza y la felicidad de Dios son realidades de cosas positivas, y que todos ellos son expresión del carácter de Dios y manifestación natural de Su esencia de vida. Mediante la palabra y la obra de Cristo, vemos que Dios es supremo y grande, humilde y oculto, y adquirimos un conocimiento y una comprensión reales del carácter inherente de Dios y de Su auténtico rostro, lo que produce en nosotros una sed de la verdad y una veneración a Dios en el corazón, un amor y una obediencia sinceras hacia Dios. Este es el efecto que la palabra y la obra de la segunda encarnación de Dios tienen sobre nosotros. La palabra y la obra de la segunda encarnación de Dios no sólo nos permite ver a Dios hecho carne, también nos permite ver que Su palabra aparece en la carne. La palabra de Dios todo lo consigue. Esta carne normal y corriente es la encarnación del Espíritu de la verdad. ¡El Dios encarnado es la verdad, el camino y la vida! ¡Él es la aparición del único Dios verdadero! Sólo mediante la aparición y la obra de Dios Todopoderoso se ha completado el significado de la encarnación.
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Confío en que todos comprendamos algo mejor que las dos encarnaciones de Dios completan el significado de la encarnación. Ahora somos conscientes de que Dios completa la obra de salvación de la humanidad a través de la obra de la encarnación. La etapa de la obra que el Señor Jesús llevó a cabo fue la redención. La verdad que Él expresó fue muy limitada, y por ello, tras experimentar la obra del Señor Jesús, el conocimiento que el hombre tenía de Dios era aún limitado. Dios Todopoderoso ha venido a realizar la obra del juicio en los últimos días y ha expresado toda la verdad acerca del juicio justo de Dios sobre la perversión del hombre. Esto nos permite ver el carácter inherente de Dios y conocer Su esencia justa y santa. Así pues, la encarnación de Dios en los últimos días ha completado totalmente la obra de Dios hecho carne. Él ha expresado toda la verdad que Dios debe expresar en la carne, cumpliendo así el hecho de la Palabra manifestada en la carne. Así es como las dos encarnaciones de Dios completan el significado de la encarnación. Las dos encarnaciones de Dios son imprescindibles y se complementan entre sí. Y por eso no se puede decir que Dios sólo se pueda encarnar una vez ni que se encarnará tres o cuatro veces. Porque las dos encarnaciones de Dios ya han completado Su obra de salvación de la humanidad y han expresado toda la verdad salvadora de la humanidad que deben expresar Sus encarnaciones. Así pues, las dos encarnaciones de Dios han completado el significado de la encarnación.
Extracto de “Preguntas y respuestas clásicas sobre el Evangelio del Reino”
Fuente: Iglesia de Dios Todopoderoso
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