Hola hermanos y hermanas de preguntas y respuestas Espirituales.
¡Buenos días! Me distéis una respuesta adecuada a la pregunta que os formulé la última vez. Sentí que mi corazón brillaba y también tuve una senda de práctica después de leerlo. ¡Gracias a Dios!
Hoy, deseo conseguir otra respuesta de vosotros. He creído en el Señor durante muchos años. Siempre pensé que había creído en el Señor y que fui bautizada, así que he renacido y he sido salvada,
y estoy capacitada para entrar al reino de los cielos. Sin embargo, algunos hermanos y hermanas han puesto en duda esta creencia últimamente. Ellos dicen: “Aunque hayamos sido bautizados, la
naturaleza pecaminosa aún está en nosotros y, solamente aceptando la obra de Dios de juicio y castigo en los últimos días, podemos entrar en el reino de los cielos”. Lo que quiero conseguir es
esto: nosotros que creemos en el Señor, hemos renacido y sido salvados y nos hemos convertido en seres completamente nuevos, porque hemos sido bautizados, así que estamos capacitados para entrar
en el reino de los cielos y tener vida eterna y no necesitamos a Dios para que lleve a cabo la obra de juicio en los últimos días para purificarnos. ¿Entiendo esto correctamente? ¿Qué opináis
vosotros? Quedo a la espera de vuestra respuesta.
Xunqiu
Hola hermana Xunqiu,
¡Buenos días! Gracias a la orientación del Señor, tu pregunta pudo resolverse la última vez. Y me alegra que puedas escribirnos y comunicarte con nosotros nuevamente el día de hoy. Tu pregunta
también es confusa para muchos hermanos y hermanas en el Señor. Hoy, quiero compartir algunas de mis propias experiencias y entendimientos. Espero que te sean de alguna ayuda.
En el pasado siempre pensé: Aquél que crea y se bautice ya ha sido salvado y puede entrar en el reino de los cielos y tener vida eterna. Pero un día, cuando practicaba devociones espirituales, vi
las siguientes palabras en la Biblia: “Porque si continuamos pecando
deliberadamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda sacrificio alguno por los pecados,” (Hebreos 10:26). Me di cuenta sobresaltada y recordé que, aunque yo había
sido bautizada, aún vivía en un estado de pecado-y-confesión y no podía practicar la palabra del Señor. Por ejemplo, el Señor nos pidió que perdonáramos a los otros setenta veces siete y que
amáramos a nuestros vecinos como a nosotros mismos, pero yo no era capaz de hacerlo y ni siquiera podía perdonar a mi esposo, a mi hijo y a hija. Algunas veces practicaba la paciencia
exteriormente, pero tenía la idea de odio en mi corazón. Pensé en estas palabras de la Biblia: “Todo el que aborrece a su hermano es homicida, y vosotros sabéis que ningún homicida tiene vida
eterna permanente en él” (1 Juan 3:15). Quienquiera que odie a otros es un asesino. Yo sabía que había fracasado en la práctica de la palabra del Señor, pero no lo podía controlar yo misma. Mi
amor por los hermanos y hermanas también lo reflejaba sólo oralmente; una vez que las cosas involucraban mi orgullo, estatus e intereses, yo no era capaz de amar a los hermanos y hermanas y a la
gente a mi alrededor. Lo que es más, algunas veces, para poder proteger mi imagen y posición en las mentes de los hombres, me jactaba y testificaba de mí mismo en frente de la gente, revelando un
carácter arrogante y presuntuoso; algunas veces, al tener prejuicios contra alguien, los juzgaba a sus espaldas; algunas veces hasta utilizaba mi estatus para sermonear y limitar a los demás, y
degradaba y despreciaba a otros; aparte de eso, algunas veces cuando era confrontado por asuntos, era tan arrogante que me negaba a discutirlo con nadie, y así sucesivamente. La Biblia dice:
“porque escrito está: Sed santos, porque Yo soy santo” (1 Pedro 1:16). Yo pensé: Dios es santo y el reino de Dios no puede ser profanado. Pero yo había estado pecando y confesándome todos los días; ¿cómo puedo entrar en el reino de los cielos? Parece que el
que cree y ha sido bautizado, aun así no puede entrar en el reino de los cielos. Pensando en estas cosas, ya no me sentí feliz.
Un día, le conté a una hermana mis confusiones. Al escuchar su comunicación, por fin entendí esta pregunta. En ese momento la hermana me leyó estas palabras: “Un pecador como alguno de vosotros, que acaba de ser redimido y que no ha sido cambiado o perfeccionado por Dios, ¿puedes ser conforme al corazón de Dios? Para ti, que aún
eres del viejo ser, es cierto que Jesús te salvó y que no perteneces al pecado gracias a la salvación de Dios, pero esto no demuestra que no seas pecador ni impuro. ¿Cómo puedes ser santo si no
has sido cambiado? En tu interior, estás cercado por la impureza, egoísta y miserable, pero sigues deseando descender con Jesús; ¡tendrías que tener tanta suerte! Te has saltado un paso en tu
creencia en Dios: simplemente has sido redimido, pero no has sido cambiado. Para que seas conforme al corazón de Dios, Él debe realizar personalmente la obra de cambiarte y purificarte; si sólo
eres redimido, serás incapaz de alcanzar la santidad. De esta forma no serás apto para participar en las buenas bendiciones de Dios, porque te has saltado un paso en la obra de Dios de gestionar
al hombre, que es el paso clave del cambio y el perfeccionamiento. Y así, tú, un pecador que acaba de ser redimido, no puedes heredar directamente la herencia de Dios”. “Por medio de esta obra de
juicio y castigo, el hombre llegará a conocer plenamente la esencia inmunda y corrupta de su interior, y podrá cambiar completamente y ser purificado. Sólo de esta forma puede ser el hombre digno
de regresar delante del trono de Dios”.
A través de su comunicación, finalmente entendí: Aunque el Señor Jesús haya perdonado nuestros pecados, no quiere decir que no tengamos pecados o que nos hayamos librado de las cadenas del pecado
y hayamos sido purificados, o que la obra de Dios
de salvarnos haya terminado. Debido a que la naturaleza pecaminosa dentro de nosotros aún permanece dentro de nosotros, todavía estamos obligados por nuestra naturaleza satánica a rechazar y
traicionar a Dios. Y si no tenemos ningún conocimiento de Dios y no podemos temer a Dios ni rechazar el mal, aún menos, podemos lograr la obediencia a Dios y ser compatibles con Él, y
convertirnos en personas que estén en conformidad con el corazón de Dios. Todos sabemos que Dios es santo y justo. La Biblia dice: “[…] y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos
12:14). Dios no permitirá que el impuro o el corrupto entren a Su reino. Esto lo decide Su carácter santo y justo. Si realmente queremos renacer y ser salvados, debemos aceptar la obra de juicio
y castigo de Dios con Su palabra en los últimos días para ser purificados. Después que experimentemos el juicio y purificación de la palabra de Dios, tendremos la palabra de
Dios como nuestra vida. De esta manera, ya no viviremos de acuerdo a la filosofía de Satanás, sino de acuerdo a la palabra de Dios. Cuando la obra de Dios no iguale nuestras nociones, no
juzgaremos ni tendremos nociones ni quejas, y ni siquiera rechazaremos a Dios ni lo traicionaremos. Es decir, tendremos la palabra de Dios como nuestra vida y nos convertiremos en un ser
totalmente nuevo. Esto se llama ser perfeccionado por la palabra de Dios. Una persona así puede superar todas las influencias oscuras de Satanás en todo tipo de pruebas y ser testimonio para
Dios. Sólo una persona así es apta para entrar en el reino de los cielos y tener vida eterna.
Finalmente entendí: nuestro bautizo sólo significa que aceptamos la salvación del Señor Jesús y que desearíamos regresar al Señor. Cuando confesamos nuestros pecados al Señor y nos arrepentimos,
Él perdonará nuestros pecados y no seremos condenados por violar la ley. Aunque el Señor Jesús nos haya perdonado nuestros pecados, nuestra naturaleza pecaminosa aún permanece y no somos un ser
nuevo preparado para entrar el reino de los cielos, ya que Dios no ha llevado a cabo la obra de eliminación de la naturaleza pecadora del hombre. Si queremos ser un ser nuevo y ganado por Dios,
debemos aceptar el juicio y castigo de la palabra de Dios en los últimos días para eliminar los pecados dentro de nuestro corazón. Sólo así podremos tener esperanzas de obtener la
salvación, entrar al reino de los cielos y obtener la vida eterna. La Biblia dice: “Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no lo juzgo; porque no vine
a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene quien lo juzgue; la palabra que he hablado, ésa lo juzgará en el día final” (Juan
12:47–48).
Hermana Xunqiu, espero que la comunicación de hoy te haya servido de ayuda. Si tienes más preguntas, nos puedes escribir y comunicarte con nosotros.
Atentamente,
Preguntas y Respuestas espirituales.
Zhixin
Scripture quotations taken from LBLA. Copyright by The Lockman Foundation.
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