Este es el requerimiento de Jesucristo para nosotros. Debemos amarnos unos a otros, ser tolerantes y pacientes, y ayudarnos unos a otros. En el pasado, pensé que amar a mis hermanos y hermanas es ayudarlos tanto como puedo cuando tienen dificultades en la vida. No fue hasta que leí algunas palabras en un libro que entendí que el amor mutuo no se muestra a través de formalidades externas a nuestros hermanos y hermanas, sino a través de ayuda en nuestras vidas espirituales. El libro dice: "De esta manera, estas relaciones no se establecen en la carne sino sobre el fundamento del amor de Dios. Casi no hay interacciones que se basen en la carne, pero en el espíritu hay comunión así como amor, consuelo y provisión de los unos para los otros. Todo esto se hace sobre el fundamento de un corazón que complace a Dios. Estas relaciones no se mantienen por confiar en una filosofía de vida humana, sino que se forman de una manera muy natural por medio de la carga de Dios. No requieren del esfuerzo humano; se practican a través de los principios de la palabra de Dios".
De estas palabras me doy cuenta de que el amor verdadero por los hermanos es de corazón y está establecido sobre el fundamento del amor de Dios, amamos a los hermanos porque amamos a Dios. Este amor no se expresa en la asistencia material que brindamos, sino en la ayuda y el apoyo en nuestra vida espiritual. Cuando los hermanos y hermanas tienen dificultades en la vida y son negativos y débiles de espíritu, podemos ayudarlos y apoyarlos voluntariamente para que sientan el amor de Dios y entiendan la voluntad de Dios, para que puedan obtener alimento espiritual para ser fuertes y recuperar la fe en Dios.
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