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Evangelio de hoy jueves 20 de septiembre de 2018 | Mateo 18:3

Jesucristo dijo: “De cierto os digo, que si no os volviereis, y fuereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 18:3). Como sabemos, las personas honestas son semejantes a los niños. El Señor requiere que seamos puros y honestos como niños, que nunca digamos mentiras ni seamos desleales. Dios aprueba solo a las personas honestas, y solo las personas honestas pueden entrar en el reino de Dios. De hecho, las personas honestas son agradables no solo a Dios sino también al hombre. En la vida, todos nosotros preferimos asociarnos con personas honestas, porque cuando estamos con una persona honesta, no nos tenemos que preocupar demasiado de ser lastimados, y también podemos abrir nuestro corazón y compartir nuestros problemas con esa persona. De todo esto podemos ver que las personas honestas son muy populares. Entonces, ¿cómo podemos llegar a ser personas honestas? En un libro encontré cuatro elementos esenciales de las personas honestas. Quisiera compartirlos ahora con ustedes.
1.Para ser una persona honesta, uno tiene que tener a Dios en su corazón y aceptar la vigilancia de Dios y las pruebas.
Aunque los que creemos en Dios sabemos bien que a Dios le gustan las personas honestas; en la vida real, cuando están en juego nuestros intereses carnales, decimos mentiras a pesar nuestro. Este es un hecho irrefutable. Sin embargo, cuando nos enfrentamos a una situación, si somos capaces de traer nuestras intenciones y nuestros pensamientos ante Dios y aceptar Su vigilancia, no seremos libertinos ni desenfrenados y podremos practicar la verdad, y ser una persona honesta. Veamos el ejemplo de un hermano en el Señor que estaba en su negocio. Cuando llegó un cliente a comprar la marca de hoja que le gustaba pero que no había en existencia, el hermano quiso ser desleal y utilizar otra marca de hoja para engañar al cliente, pero entonces él pensó en las palabras de Dios: “Yo Jehová, que escudriño el corazón, que pruebo los riñones, para dar á cada uno según su camino, según el fruto de sus obras” (Jeremías 17:10). El entendió que Dios estaba a su lado observando sus palabras y sus acciones, sus pensamientos y sus ideas, así que se resistió a su carne, y no mintió. Cuando obró de esta manera se sintió reconfortado en su corazón. Así, podemos ver que cuando enfrentamos una situación, si podemos aceptar la observación de Dios y reverenciar a Dios en nuestro corazón, podemos obrar de acuerdo con la palabra de Dios. Por el contrario, si no honramos a Dios como el más grande en nuestros corazones, si no tenemos un corazón que reverencie a Dios y tema a Dios, sino que pensamos en nuestros propios intereses, ciertamente no pondremos en práctica las palabras de Dios. Al igual que Judas, que le robaba dinero a Jesús y lo engañaba, y que al final lo traicionó por dinero y fue castigado por Dios. Así que, si queremos ser personas honestas, tenemos que tener un lugar para Dios en nuestros corazones, aceptar la observación de Dios, y actuar de acuerdo con lo que Dios nos demanda. Este es el camino que una persona honesta debe seguir.
2. Para ser una persona honesta, uno tiene que apaciguar su corazón ante Dios, hablar las palabras de su corazón y hablar honestamente con Dios cuando ora a Él. Esta es la comunión verdadera con Dios. Solo de esa manera se puede mantener una relación normal con Dios.
Jesucristo dijo: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:24). Por estas palabras podemos ver que quien trata de ser una persona honesta debe apaciguar su corazón delante de Dios, abrirse y exponerse ante Dios para contar sus intenciones incorrectas o sus dificultades, buscando la guía de Dios. Solo de esta manera podemos tener una relación normal con Dios. Por ejemplo, en nuestro contacto en la vida con otras personas, cuando nuestros intereses están en juego y queremos ser desleales, debemos orar a Dios: “¡Dios! Ya ves, una vez más quiero ser desleal para favorecer mis propios intereses. No soy humano. Aún soy un demonio que tu repudias. También me odio a mí mismo por tener estos planes y artimañas para el engaño. Te pido que me disciplines, que me reproches y me castigues”. Cuando le hablamos a Dios con sinceridad y con las palabras de nuestro corazón, nuestra relación con Dios gradualmente volverá a ser normal. Esto significa dar nuestro corazón a Dios en la oración, es ser una persona honesta en la presencia de Dios. Por el contrario, si cuando oramos a Dios no podemos apaciguar nuestro corazón y no podemos hablar con nuestro corazón sino solo ser superficiales, no podremos tener una relación normal con Dios. Seremos como los fariseos, que decían largas oraciones en las esquinas de las calles, solo para exhibirse. Dios no escucha esas oraciones. Como Jesucristo nos enseñó: “Y cuando oras, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en las sinagogas, y en los cantones de las calles en pie, para ser vistos de los hombres” (Mateo 6:5). Jesucristo también reprendió a los fariseos: “Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas!” (Mateo 23:14). Aquí vemos que, si oramos con falsedad delante de las personas como los hipócritas fariseos, esta es devoción falsa, es engañar a las personas. Si oramos a Dios en espíritu y verdad y hablamos con las palabras de nuestro corazón y con sinceridad a Dios, si le confesamos a Dios nuestras dificultades, dudas, falencias y defectos, estas son las manifestaciones de una persona honesta.
3. Las personas honestas deben hablar y actuar en completa concordancia con sus pensamientos. Cuando están con sus hermanos y hermanas, no solo deben abrirse y exponerse sino también deben tener sabiduría.
Cuando uno trata de ser una persona honesta, debe sentir lo que dice, y decir lo que piensa en su corazón. El Apocalipsis dice: “Y en sus bocas no ha sido hallado engaño; porque ellos son sin mácula delante del trono de Dios” (Apocalipsis 14:5). Para ser una persona honesta de acuerdo con los requerimientos de Dios, uno debe decir lo que piensa en su corazón ante los ojos de los demás, y no debe salir mentira de su boca. Cuando estamos con nuestros hermanos y hermanas, debemos abrirnos y exponernos, y no dejar nada escondido. Por ejemplo, cuando los hermanos y las hermanas exponen sus quejas, su resistencia, su fraude y hasta su traición en diferentes tipos de caminos, debemos comulgar acerca de la voluntad de Dios, compartir nuestras experiencias y nuestras debilidades y de cómo finalmente pudimos sobrellevar todas nuestras miserias y sufrimientos por medio de la oración para recibir la iluminación de Dios y Su guía y aceptar las pruebas que nos impone el Señor. Cuando compartimos nuestras experiencias para ayudar a los hermanos y las hermanas, debemos buscar la verdad en los hechos y no exagerar para engañarlos; al mismo tiempo, debemos tener sabiduría y comulgar de acuerdo con su estatura para evitar que ellos sean negativos o no comprendan a Dios. Más importante aún, debemos ayudarlos para que se nutran en su vida espiritual. Solo si actuamos de esta manera viviremos de forma humana normal.
4. Las personas honestas hablan y actúan de acuerdo con la palabra de Dios. Ellos no recurren a la traición, sino que se conducen de forma honesta y sincera.
Cuando creemos en Dios y entendemos algunas de Sus verdades a través de la lectura de la palabra de Dios, no hablaremos ni obraremos con engaños, sino que actuaremos de acuerdo con los principios de verdad que nos demanda la palabra de Dios. Solo así obtendremos la aprobación de Dios, y seremos personas honestas a los ojos de Dios. Por ejemplo, cuando nos encontramos con hermanos y hermanas que son débiles de espíritu, que carecen de suministro de vida, no podemos ser deshonestos o falsos ni podemos pretender que lo entendemos cuando no es así. Para poder ser de ayuda a estos hermanos y hermanas, debemos buscar la causa de su debilidad de espíritu y averiguar por qué nuestra prédica no los ilumina ni los asiste. Si dejamos pasar estas cosas, si no nos preocupamos por sus vidas, y hasta los tenemos atrapados y controlados para proteger nuestra posición, y no los dejamos salir y buscar una iglesia que tenga la obra del Espíritu Santo para que obtengan el suministro de vida, esto es verdaderamente decepcionante y muy egoísta y malo. La consecuencia será que seremos rechazados por Dios, caeremos en la oscuridad y seremos eliminados por Dios. Cuando Jesucristo nos pidió que sigamos el camino del Señor, dijo: “Y Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de toda tu mente. Este es el primero y el grande mandamiento”(Mateo 22:37-38). De acuerdo con las palabras de Dios, cuando predicamos y trabajamos y asistimos a la iglesia, no debemos pensar en nuestro propio beneficio o pérdida o en el destino de todas las cosas, sino que debemos satisfacer a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con toda nuestra mente, entonces seremos las personas que siguen el camino de Dios y seremos las personas honestas que actúan de acuerdo con la palabra de Dios. Como Pedro, que amó al Señor con todo su corazón, y con toda su alma y con toda su mente, aun cuando sufrió persecución y tribulación; él logró lo que Jesucristo le había encomendado: cuidar y pastorear satisfactoriamente el rebaño del Señor. Al final, él fue clavado boca abajo en la cruz, sometiéndose en todo momento, hasta la muerte, y amando a Dios al límite. Pedro sirvió al Señor toda su vida, trabajó de forma diligente y consciente sin atraer la atención sobre él y sin buscar recompensa. Pedro es un santo leal. Más aún, él es un hombre honesto a los ojos de Dios. Dios espera que nosotros nos comportemos adecuadamente, vivamos en la verdad y la humanidad, pongamos en práctica la palabra de Dios en todas las cosas y nos comportemos de manera sincera y honesta. Solo esta clase de persona es honesta, y recibe la aprobación de Dios, y vivirá por siempre en el reino de Dios.

(Traducido del original en inglés al español por Lidia Norese)

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